by Lola López | Oct 26, 2022 | Autoestima, AUTOEXIGENCIA, Bienestar, Confianza | 0 comments
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El personaje de Sísifo creado por Albert Camus es equivalente al hombre perfeccionista. El perfeccionista es tan exigente conseguir mismo que hace un esfuerzo extremo, equivalente al que a Sísifo le obligaron los dioses: subir una piedra a una montaña y dejarla caer una y otra vez eternamente.El hombre perfeccionista rechaza otra cosa que no sea el esfuerzo constante. El problema es que para él no existe más que la meta, sin permitirse no desfallecer antes. La diferencia entre una persona auto exigente que no se permite el error a otra también exigente consigo misma pero que acepta y aprende del error, se llama obsesión. La primera necesita tener un control obsesivo de lo que quiere conseguir, no aceptando la frustración con los inconvenientes que pueden surgir.
Quien es perfeccionista en grado extremo no es capaz de celebrar sus éxitos en el presente, pues siempre tiene en su cabeza un proyecto futuro que no le permite disfrutar de sus logros, ni especialmente del camino para obtenerlos. Para el autoexigente extremo, la opción del fracaso no existe y tampoco se permite la posibilidad de tener que experimentar las emociones negativas que se pueden derivar de este. El fin es el éxito, no el aprendizaje ni siquiera como opción para llegar al éxito.
Esta inflexibilidad a la hora de adaptarse a los contratiempos le lleva al perfeccionista a “quemarse” muchas veces antes de llegar a la meta, porque en vez de irse amoldando a los problemas que surgen en el camino hacia la consecución de los objetivos, los niega o los rechazan, y no todas las piezas encajan a la primera.
Para él sufrir no está permitido, por eso también niega o no reconoce los sentimientos y emociones negativas que experimenta. Son rechazados por ello quedando atascados en la memoria emocional, lo que puede hacerles sufrir durante toda la vida, pues sabemos que las emociones que no se sienten ni gestionan, nunca se curan.
El auto exigente en extremo lleva el concepto de responsabilidad hasta un límite que raya con el absurdo y que termina siendo insano. Nunca está satisfecho. Encuentra defectos en todas partes, especialmente en sí mismo, por lo que suele tener una autoestima baja.
El perfeccionista persigue y se conforma tan solo con lo que para él es lo ideal y rechaza cualquier desviación de este ideal. Lo peor es que ser autoexigente en exceso implica la mayoría de las veces serlo también con los demás aumentando exageradamente su intolerancia. Por todo ello, el perfeccionista tiene un alto riesgo de padecer estrés y depresión, sino que es capaz de advertir en algún momento que su conducta es demasiado anómala por la dosis de sufrimiento que conlleva.
No es necesario dejar-de-vivir para llegar a las metas. En la consecución del éxito, el fracaso también es una opción por la que hay que pasar muchas veces. Porque aunque el fracaso no asegura el éxito, no fracasar casi siempre tiene que ver con una ausencia de éxito.
Lola López
#autoexigencia