Uno de los grandes problemas que tenemos entre las personas y en las organizaciones, es la falta de entendimiento. Ver las cosas desde distintos puntos de vista muy dispares y poco compatibles, hace que a veces la comunicación sea imposible. No solo por el contendido de lo que se quiere comunicar, sino por emplear aproximaciones al lenguaje muy distanciadas, que es casi como hablar lenguajes distintos.

Esto ocurre frecuentemente porque las percepciones de las cosas son muy diferentes, y nos cargamos de razones que apoyan nuestra postura, impidiendo aproximarnos a la del otro por si corremos el riesgo de perder, que es como perder una creencia profunda, una manera de ser e incluso de sentir. Recordemos la foto de la ilusión óptica de la vieja y la joven. Se pueden ver las dos cosas, pero si la fijación en una de ellas es muy fuerte, no se consigue apreciar la otra, ni siquiera se intenta debido al convencimiento de que es el otro quien está en el error.

Nuestra forma de ver el mundo y las pequeñas o grandes cosas que lo componen, forman una estructura de base con la que funcionamos en la vida. Este constructo existencial nos impide muchas veces encontrar soluciones, entender el punto de vista del otro, dar segundas oportunidades, llegar a una negociación, oa un acuerdo, pero no sabemos renunciar a ello.

Cuando forjamos una idea inicial de una persona, todas aquellas cosas en las que nos vamos a fijar posteriormente suelen coincidir con esa imagen que tenemos de ella (palabras, imágenes, conductas…). Todo aquello necesario para que lo que veamos, nos dé nuevamente la razón, aunque existan otras cosas, simplemente no las veremos. Esto reduce mucho el estrés y la incertidumbre. No ampliar información o no dar segundas oportunidades ahorra “quebraderos de cabeza” porque ya no tenemos que tratar de cambiar de opinión.

Lo mismo ocurre no solo con personas, sino con diferentes hechos y situaciones que nos suceden. La Guerra Fría que condiciono innumerables acontecimientos mundiales, por ejemplo, tiene que ver mucho con esto y es una sobredimensión de la falta de entendimiento de unos pocos que afecta directamente a muchos. Parece totalmente imposible reconciliar posturas y forma de ver las cosas muy dispares, porque en el fondo, los cauces que pueden abrirse para llegar a acuerdos prácticos son a la larga infructuosos.

Cuando nos hacemos una imagen de alguien, que a veces tiene mucho que ver con nuestros prejuicios, y otras veces con cosas pasadas, en definitiva con los juicios que emitimos, afrontamos la comunicación de una forma limitada.

Cuando se tienen claras las cosas es legítimo y razonable defenderlas hasta el final, pero tratando de entender al interlocutor desde el sentimiento, no solo desde el raciocinio. De esta manera abrimos las puertas a una posible negociación, a una ganancia mutua. Hay tantas razones como personas. Es un despropósito no encontrar ninguna interacción posible

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