Cuando se tiene el papel de líder, ser un líder consciente, es una auténtica ventaja. Para uno mismo, para la organización en la que se trabaja, y para el equipo de personas que trabaja contigo.

Los líderes conscientes, no son superhombres, o supermujeres, pero si, hombres y mujeres conscientes de sí mismos y de aquello que les rodea.

Que son capaces de no dejarse atrapar por el “remolino trepidante de los acontecimientos”, ni girar automáticamente, sin pausa ni descanso, en torno a él.

Son personas que consiguen observar, entender y gestionar sus estados de ánimo. Por ello les es más fácil calibrar y responder a los de otros, y como consecuencia, ser más flexibles y adaptativos al entorno social en el que se desenvuelven.

Suelen ser personas bien preparadas profesional y académicamente, pero que además de tener una personalidad atractiva para los demás, poseen la pasión de involucrarse personalmente en los proyectos, e impulsar los esfuerzos colectivos hacia las metas.

Son personas equilibradas, porque han llegado a conocerse lo suficiente para saber controlar sus impulsos, y dar respuestas reflexivas y adaptadas, más que reactivas e impulsivas.

También se puede decir de ellos que son emocionalmente estables. No se dejan abatir por los contratiempos, sino que disponen de la suficiente energía, para buscar salidas a los problemas, e incentivar la creatividad de su equipo.

Saben considerar y tener en cuenta a sus empleados como personas, con sus fortalezas, pero sobretodo con sus problemas y debilidades.

Respóndete a este pequeño auto-cuestionario:

  • ¿Despedirías como jefe a un empleado, por no estar haciendo bien su trabajo, sin que sintieras la necesidad de averiguar cuál es la razón para que su rendimiento haya caído?

 

  • ¿Cuando llegas a la oficina tienes un montón de reuniones agendadas, y vas de una a otra automáticamente, con la impresión final de que no estás haciendo nada productivo?

 

  • ¿Pones tu trabajo por delante de otras prioridades, y no tienes ni un momento para ti o tu familia?

 

  • ¿Cuando llegas a casa tienes la sensación de agotamiento, y la impresión de que te falta tiempo para hacer todo lo que deberías hacer?

 

  • ¿Has estado tan pendiente de leer tus correos, o tan absorto con algún problema, que no has escuchado nada de lo que te decía alguien que de pronto se ha sentado frente a ti para contarte alguna cosa?

 

  • ¿Te pasas mucho tiempo “apagando fuegos” y atendiendo todo lo urgente, y siempre encuentras demasiadas cosas urgentes que atender?

 

  • ¿Te has sorprendido a ti mismo reaccionando bruscamente sin pensar, dando por ejemplo una mala contestación a alguien, y cuando has estado más calmado, te has dado cuenta de que no debías haber reaccionado de esa manera?

 

  • ¿Te notas sobrecargado de información, y te sientes impotente de gestionarla por falta de tiempo, o por falta de entendimiento?

 

  • ¿has notado que tu mente se distrae con facilidad y no consigues mantenerla centrada por mucho tiempo en la tarea que tienes entre manos?

 

  • ¿Has dado por sentado que los demás debían saber lo que tenían que hacer, a pesar de no haberles dado toda la información, o sin que supieran cuales eran las expectativas?

 

  • ¿Tienes la sensación de que no conectas con algunos o muchos de tus empleados?

 

  • ¿Te parece que los problemas se solucionarían si la gente se llevara mejor entre ellos, y que eso solo depende de ellos?

 

  • ¿Tratas de dar la impresión ante tu gente, de que nada te afecta y que eres algo así como un superhéroe?

 

  • ¿Te ves a ti mismo a menudo, tratando de hacer, o haciendo varias cosas a la vez?

 

  • ¿Has mantenido una conversación con alguien, o has estado en una reunión de trabajo, en la que estabas completamente ausente con tu mente?

 

Palmer, experto estadounidense en liderazgo y cambio social, afirma: “el líder es una persona con una capacidad extraordinaria de proyectar su luz y sus sombras”.

Si tu respuesta a todas, o a muchas de estas preguntas, ha sido “SI”, es que aun debes trabajar para ser un líder consciente. Es que, no eres capaz aun, de proyectar en otros lo mejor de ti mismo.

Aunque todo esto, tiene solución.

Un líder consciente es un líder atento. Centrado. Con la suficiente estabilidad y claridad mental, para ser un guía.

Un líder positivo, que enseña el camino a seguir motivando y contagiando la pasión por las cosas.

Un líder que se preocupa por las personas. Da valor no solo a los resultados, sino a la forma de conseguirlos y a la gente que lucha por llegar a las metas.

Una persona que sabe conectar con la gente, e inspira a otros a perseguir los objetivos, teniendo una mente abierta.

Alguien que sabe escuchar, y tiene una clara disponibilidad para las personas que trabajan con él.

Que sabe dar unas directrices, pero deja abierta la puerta para la aportación de ideas y enfoques, de todos los miembros de su grupo. Mantiene una postura colaborativa, y no directiva.

No se trata de tener solo una mente clara, sino un corazón abierto. No solo es tener una mente centrada, sino también, saber hablar y actuar desde el corazón. Aquí especialmente reside la excelencia del líder.

El verdadero líder sabe fomentar la expresión de la verdad y huye de lo políticamente correcto. Motiva a su gente a decir lo que realmente piensa. Fomenta una sincera y amplia comunicación.

No desaparece o hace caso omiso a alguien que le pide ayuda. No sale corriendo cuando alguien decae, sino que le ayuda a levantarse.

Y siempre…. Hace un espacio en su vida y en su mente, para darse cuenta de todo aquello que experimenta, y para así, gestionarlo de una manera eficaz.

Todos somos capaces de ser buenos lideres si queremos actuar como tales. La grandeza del líder reside precisamente en demostrarlo.

El poder del liderazgo consciente, es una prometedora aproximación al verdadero liderazgo en los tiempos tan complejos en que vivimos, para llevar a cabo los retos, y conseguir avanzar. Comprometiéndose con la empresa, el empleado y la comunidad. Y sin morir en el intento.

¿COMO?

Estando presente en cada momento y prestando atención verdaderamente a lo que nos ocupa. Sabiendo hacer un espacio, para ver con claridad las mejores decisiones. Tratando a los demás como a nosotros nos gustaría que nos trataran.

Desarrollando nuestra capacidad de estar en cuerpo y alma, no solo para trabajar, sino para vivir. Vivir en toda la extensión de la palabra.

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