Una de las grandes aportaciones de la Psicología Positiva, ha sido la de centrarse en la salud psicológica, y no en la enfermedad. Enfocar los esfuerzos en una tarea preventiva para un buen funcionamiento mental, y para procurar el bienestar de las personas.

Pues antes de llegar a los desórdenes y a la enfermedad, el hombre pasa por muchos estadios y dificultades, que conociéndonos, y tomando una serie de medidas de higiene mental, podemos sin duda controlar y poner a nuestro favor para que no interfieran negativamente en nosotros.

Por nuestra carga genética, podemos tener predisposición hacia el pesimismo o el optimismo.

Sin embargo, la forma en que miremos e interpretemos lo que nos pasa y nuestro entorno, será determinante para mantener una actitud positiva.

La actitud positiva es la antesala de la salud emocional, pues si la tenemos, nos fijaremos en todo aquello que nos hace felices, aumentando nuestros recursos internos, a los que necesitamos recurrir,  en caso de que vengan los problemas.

Se define la felicidad como tener cubiertas todas nuestras necesidades tanto físicas como emocionales.

Pero en el trabajo se producen muchas situaciones que nos hacen perder nuestra positividad, nos sumerge en la preocupación, y nos aleja de los demás. Incluso de los objetivos.

A larga, la desconfianza, la inseguridad, y la ansiedad se abren paso, si no somos capaces ante circunstancias adversas, de mantener nuestra actitud positiva.

La empresa es un sistema social que además tiene como objetivo, ganar dinero.

Hay muchos factores que determinan un mal o buen clima laboral, entre ellos, la pérdida de beneficios, o el mal entendimiento entre las personas que deben trabajar para lograr el mismo objetivo.

¿Que enturbia nuestra actitud positiva?

  • El sentirnos decepcionados por otros, cuando no cumplen nuestras expectativas.
  • Cuando deseamos algo muy fuertemente y lo convertimos en necesidad, y esta necesidad trae aparejada la obligación de conseguirla. Incluso aunque el escenario no sea propicio.
  • Cuando nos apegamos demasiado a las cosas y a las personas, pensando que, sin tenerlas, nos falta algo sin lo cual no podemos funcionar.
  • Cuando no conseguimos controlar nuestros pensamientos y estos, nos arrastran a escenarios ficticios que, para colmo de males, nos producen sufrimiento.
  • Cuando pensamos irracionalmente. Es decir, nos convencemos que algo es absolutamente necesario, y vinculamos nuestras creencias al “debo”, y al “tengo”, y lo llevamos al límite.

No es de extrañar que, con este tipo de ideas irracionales asumidas interiormente, nos sintamos mal. Pues         estamos creando necesidades y exigencias que no paran de ser más que un puro pensamiento exagerado.

  • Cuando dramatizamos algo en exceso. Todo es absolutamente relativo. Incluso lo que parece insalvable, si se contempla con otra perspectiva, puede tener solución.
  • Cuando pasamos mucho tiempo escuchando visiones pesimistas de otros, que solo ven el lado negativo. Corremos el peligro de dejarnos arrastrar.

 

¿Cómo seguir teniendo una actitud positiva?

  • Controlando nuestros pensamientos, así no enmascararemos nuestras emociones, que son creadas por nuestra forma de pensar.No podemos dejar de pensar ni dejar nuestra mente en blanco, pero si podemos aprender a vivir con nuestros pensamientos, incluso los negativos, de una forma más razonable y cubrirlos de un barniz de positividad.

 

  • No apegándonos a lo que tenemos o a lo que deseamos.
  • Dándonos cuenta de que conseguir lo que queremos no garantiza la felicidad para siempre, y a pesar de eso, nuestra actitud positiva no tiene por qué variar
  • Tratando de no perder la objetividad de lo que nos pasa. Si lo vivimos en el presente, no exageraremos los inconvenientes de algo, sino que tendremos más capacidad de discernir hasta qué punto es buen o malo, y hasta qué punto nuestra imaginación, guiada por los malos presagios, está adelantando un final infeliz.
  • Detectando y erradicando de nuestra cabeza las ideas irracionales que nos hacen infelices. A veces estas ideas las llevamos a límites insospechados por nuestros miedos, fantasmas mentales, y falsas creencias. Claros ejemplos de estas creencias son “tengo que hacer esto o lo otro porque si no no podre seguir adelante o me sentiré un fracasado”.
  • No preocupándonos en exceso, sino viviendo el presente en actitud abierta y positiva, ocupándonos realmente de las cosas que nos preocupan, en vez de preocuparnos.
  • Dejando pasar un pensamiento negativo. Si no podemos desmantelar racionalmente un pensamiento negativo por sí solo, aceptémoslo y dejémoslo pasar. Al fin y al cabo, no es nuestro, aunque seamos nosotros los que lo hayamos creado. Pasará de largo si no le prestamos atención y lo relativizamos.
  • No convirtiendo los deseos en necesidades y obligaciones. Muchas veces, lo deseos los convertimos en una meta esencial en nuestra vida, sin la cual, nos vemos sucumbir bajo la mayor de las desgracias. Los deseos son solo eso, algo que nos gustaría conseguir, pero no debemos sacarlos de la categoría de objetivos.

Conviene buscar el equilibrio entre tener y disfrutar. Pues, si nos paramos a pensar,

¿cuál es el mayor propósito en vida? ¿Desear y poseer a toda costa? O ¿estar felices y en paz?

  • Usando el sentido del humor. Es un arma muy poderosa para ser positivo. Nos ayuda a relativizar las cosas, a reírnos de nosotros mismos y de los demás, además de fortalecer las relaciones interpersonales.
  • No siendo  demasiado exigentes con nosotros mismos ayuda a no amargarnos en el trabajo. Es decir, la perfección está bien, pero muchas veces, ansiando esa perfección, nos creamos un estado de infelicidad y ansiedad interno que no solo no nos deja vivir, sino que va en detrimento de nuestro trabajo. De los errores también se aprende. Las empresas están acostumbradas a ver los resultados erróneos de muchas decisiones, tomadas desde la más pura de las reflexiones, y que lejos de ser inservibles, han servido para plantar el germen de decisiones posteriores mucho más acertadas y exitosas.
La energía positiva es algo que está en el ambiente, que se forma a cada palabra, a cada gesto, a cada sonrisa, y que disminuye con cada desprecio personal, humillación o indiferencia que nos encontramos en el día a día.

Permitir que fluya la energía positiva, es permitirnos y esforzarnos por mantener nuestra actitud positiva, frente a todos  los contratiempos.

 

 

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