El movimiento y la evolución, tanto de nosotros mismos, como de lo que nos rodea, son constantes. Todo cambia en todo momento. Nada permanece. Todo tiene un principio y un fin, y los seres humanos somos los únicos seres del universo, capaces de ser conscientes, de que todo es evolución.

Como seres conscientes,  debemos darnos cuenta de que el cambio no es una amenaza, sino una oportunidad. Una oportunidad para crecer, para aprender, para lograr cosas. El cambio es algo natural, porque forma parte de nuestra vida. La vida es inestablemente estable, y  hay que asumir que tenemos que adaptarnos a esta inestabilidad, para sentirnos seguros ante ella.

Hablamos  siempre del estrés como algo negativo, y no es así. El estrés es necesario para poder afrontar los cambios. Que el estrés sea bueno o malo, depende del modo en que nos adaptemos a él. Si conseguimos ajustarnos y adaptarnos bien, no es malo. Por el contrario, nos ayuda a evolucionar, a desarrollarnos saludablemente.  Si tenemos dificultad para adaptarnos, cualquier cambio, aunque sea positivo, nos puede llevar a sentir mal. Como dijo Seligman “El potencial estresante no depende tanto del estrés como de nuestro modo en como lo percibimos y gestionamos”.

Ante el cambio, todo nuestro cuerpo y nuestra mente, se ponen en funcionamiento. Esto lo hace, para responder adecuadamente y adaptarse. Para no sufrir.

Fisiológicamente estamos preparados para responder de forma holística a los cambios de temperatura, al dolor, al hambre, etc…. Eso hace que nuestras necesidades básicas estén satisfechas. El cuerpo sabe autorregularse.

Psicológicamente, también estamos preparados para esto. Como dice Kabat-Zinn: “Dentro de nosotros hay un manantial de energía positiva”. Pero hay que saber llegar a este manantial para reaccionar positivamente a los acontecimientos cambiantes, y a veces desagradables y no agotarnos en el intento.

Nuestro cerebro está preparado para responder ante una amenaza externa. Esto ha asegurado la supervivencia desde siglos. Nos protege de los peligros que dañan nuestra integridad, y nuestra seguridad como personas y como especie.

Pero el peligro, también procede del interior de nosotros mismos. ¿Qué ocurre cuando no podemos controlar nuestros sentimientos, nuestros pensamientos? Por ejemplo, cuando sentimos rabia, odio, o cualquier emoción negativa. Cuando nos dejamos arrastrar por ellos. Cuando nos creemos estos sentimientos y pensamientos como si fuéramos nosotros mismos, y no algo que nos está pasando?… Que esto, nos produce estrés.

Estos fenómenos (emociones, sentimientos y pensamientos), no tienen entidad propia, pero los hacemos nuestros, y nos vemos, como lo que pensamos que somos o sentimos. Cuando no es así. Esto hace que nos sintamos mal.

También, estos fenómenos internos son una amenaza, aunque no vengan de fuera, sino desde nuestro interior. Entonces, así como nuestro cerebro está preparado para defenderse ante acontecimientos externos de una forma automática, también lo hace ante estos fenómenos  internos, que a veces, son huracanes, y que surgen en nuestro interior, amenazantes y desestabilizadores.

La mente, el cuerpo, se ponen en funcionamiento, y enfocan su energía para defenderse de estas amenazas. Como resultado de todo esto, incontrolado, que nos hace sentir mal, se defiende de la misma forma que si tuviéramos un león enfrente dispuesto a lanzarse sobre nosotros. Y la consecuencia es que al defendernos, gastamos nuestras energías y recursos internos contra algo que no es real. Que ni siquiera nos esta pasando. Que no forma parte del momento presente.

Mindfulness nos ayuda a responder al estrés atentamente, no automáticamente. Es decir, utilizamos los recursos psicológicos que hay en nuestro interior para defendernos de forma eficaz. Reconocemos el malestar y el peligro, pero respondemos de una forma atenta y ahorrando nuestros recursos para no “quemarnos” en una lucha infructuosa.

Debemos conectar con nuestro interior, donde hay claridad y sosiego. Tenemos que poder controlar nuestra mente. Ser dueños de nuestros pensamientos, no a la inversa. La atención plena nos ayuda a adueñarnos de nosotros mismos y así, ser más capaces de resolver los conflictos internos y externos, de forma positiva.

El resumen  para el bienestar es, un modo de vida sano: ejercicio, buen sueño, buena conexión interpersonal y meditación.

La practica de la atención pena, es el mejor antídoto para adaptarse bien, y utilizando bien nuestros recursos, ante el cambio.

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